Carlos Franganillo: "La telebasura es indicio de algo más peligroso"

A sus 30 años cree no estar en disposición de dar lecciones de periodismo. Sin embargo, Carlos Franganillo, acaba de llegar a Moscú como corresponsal de TVE, y eso ya dice mucho.

El periodismo tiene cada vez mayores connotaciones por culpa de los amarillismos… ¿Qué opina al respecto?, ¿Hacemos una televisión seria en nuestro país?
Puede que un puñado de tripas haga subir la audiencia durante un tiempo o permita vender más periódicos, pero hay algo más importante: el prestigio. Es una labor de años que se puede dinamitar en cuestión de segundos. Si se apuesta por el buen periodismo, acaba dando sus frutos. Al menos eso quiero pensar.
En cuanto a la llamada “telebasura” creo que el debate está desnortado. Pienso que es un modelo de negocio legítimo, siempre que no se crucen determinados límites y no se disfrace de periodismo. Lo realmente preocupante es que ese tipo de televisión es un indicio de algo más peligroso. De una sociedad cada vez más chabacana que para buscar referentes mira hacia abajo. La cuestión no implica únicamente a quienes hacen televisión en España, sino a todos los ciudadanos y principalmente a los gestores políticos, que han favorecido ese caldo de cultivo.


¿Cómo llegó a TVE? ¿Desde entonces qué cargos ha desempeñado?
Ingresé por oposición en Televisión Española, en marzo de 2008. Al principio trabajé como redactor en el programa Los Desayunos, que en aquel momento dirigía Pepa Bueno. Fue mi primer contacto directo con el mundo de la televisión. Era algo completamente nuevo. No conocía la jerga, ni los procedimientos más elementales… Aquel primer mes fue una escuela acelerada de televisión. Poco después me llamaron para incorporarme a la redacción de Internacional de los Telediarios y acepté. Era lo que siempre había deseado. Desde entonces he trabajado en ocasiones como enviado especial, elaborando información desde Madrid para los Telediarios del fin de semana y ahora desde la corresponsalía de Moscú.

Carlos, le hemos visto en Tailandia, en Berlín por el 20 aniversario de la Caída, cubriendo la tragedia de Loveparade o el rescate de los 33 mineros... ¿Qué escenario le ha impactado más?
Por ahora no he trabajado en escenarios extremos. Supongo que ser testigo de una catástrofe como el terremoto de Haití o cubrir una guerra dejan una muesca en la memoria difícil de eliminar. Mi experiencia como enviado especial es aún demasiado corta pero pienso que cada lugar y cada historia deja un sabor característico, mejor o peor. En el caso de Chile se mezclaron sentimientos muy positivos. Los primeros días impresionaba la entereza de las familias que esperaban fuera a los mineros, su esperanza por verles salir. Recuerdo que el momento del rescate fue muy intenso, sobre todo cuando pudo verse la primera imagen del refugio por televisión. El equipo de TVE pudo vivirlo con los familiares y durante varios minutos todo aquel dolor acumulado durante semanas se convirtió en una inmensa alegría. Fue un momento muy especial.

Con respecto al fenómeno mundial de los 33 mineros atrapados, ¿Cree que fue exagerada la cobertura o ha sido el mejor reality contra el malestar de la crisis económica?
Puedo hablar del tratamiento de la cadena en la que trabajo y no considero que fuera exagerado. Esos días me conectaba con asiduidad a las redes sociales de internet y lo que percibí fue un interés enorme de la gente. Creo que eso refleja muy bien la fuerza de la historia y su capacidad para conectar con la gente. Tenía los ingredientes de las grandes gestas: la lucha por la supervivencia, el éxito de un trabajo solidario, la destreza, el despliegue de medios técnicos… También hubo una lectura política y social que se mostró en los Telediarios y que era muy importante. Era la historia de unos mineros cuya empresa les hacia trabajar en condiciones miserables. Una situación tolerada durante años (en esa y otras minas) por los gobiernos de turno. Si nos hubiéramos quedado en el rescate nos habríamos equivocado.

Acaba de llegar a Rusia como nuevo corresponsal de TVE, ¿Cómo cree que será informar desde un país donde a los periodistas se les sigue con lupa?
Afortunadamente he recibido muchos consejos, especialmente de mi antecesor en Moscú, José Carlos Gallardo. Durante días me explicó muchas de las cosas que él aprendió en Rusia y eso me ha facilitado enormemente la labor. También me han arropado muchos profesionales de la casa, ex corresponsales, compañeras y amigas a las que quiero y admiro.
Rusia es un lugar apasionante para el periodista. Una superpotencia en decadencia que trata de convertirse en una economía moderna y que conserva muchos rasgos autoritarios del pasado. Hay un enorme contraste cultural y étnico y varios frentes interesantes. El Cáucaso Norte es uno de los lugares más inestables y conflictivos del mundo y allí hay que buscar muchas de las claves para entender qué pasa en la Rusia actual. Y por otro lado está Asia Central. Una sarta de ex repúblicas soviéticas gobernadas en su mayoría por tiranos y donde la pobreza y la corrupción se mezclan con el extremismo islamista (conectado directamente con Afganistán), que se expande a gran velocidad. Sin duda hay muchas historias que contar.

¿Qué nos diría a todos los jóvenes que tratamos de seguir sus pasos?
Yo también soy joven y aún me quedan muchos pasos que dar. Apenas he comenzado el camino y no creo que deba de dar lecciones. Pero creo que hay varias herramientas básicas en este oficio: curiosidad, ganas de contar historias y conocimientos y destreza suficientes para hacerlo con eficacia y precisión. Junto a eso creo que es fundamental el estudio de la Historia y de todas las circunstancias que influyen en una situación determinada. Pienso que es el único modo de ofrecer una perspectiva completa de lo que pasa.

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